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Crónica de una parodia anunciada (III)

Crónica de una parodia anunciada (III)

(Tomado del blog Soy un espía, dicen)

http://rene4the5.com/

Por: René González Sehwerert

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Ese lunes llegamos a la corte con la expectativa de si la alerta de El Nuevo Herald modificará la conducta de los potenciales jurados. No nos toma mucho tiempo para descubrir que nuestros peores vaticinios se han cumplido con creces. Anoto en mi diario:
“Se le pudiera llamar el desfile del odio. De las once personas que responden el cuestionario, ocho eran cubanas, cuya principal preocupación parece ser si ahorcarnos o ponernos en la silla eléctrica. Lo más curioso es que, por sus edades y su biografía, ni siquiera pueden recordar el barrio en que vivieron en Cuba, pero se saben al dedillo las lecciones que una y otra vez repite la radio “cubana” de Miami. La más original es una que dice que debían ponernos en una cárcel en Cuba. Por poco saltamos todos en nuestros asientos (¡Sí, sí, por favor señora jueza!). Otro infeliz dice temer por su familia en Cuba si se da un veredicto de culpabilidad. Otra: “All the way with the USA”. Más “American” que un McDonalds y habla de los cubanos como si fueran extraterrestres. En fin, un desastre. Para colmo entre los cuatro no cubanos, un venezolano parece querer tomar en nosotros la revancha contra Chávez, y una señora de Georgia estaba rodeada de cubanos. Por suerte quedan una señora de color que parece bastante justa y un filipino.

Lo peor del caso es que todos los cubanos parecen influidos por los artículos que escribió Rui Ferreira en El Miami Herald, para advertirles: “¡Cubanos, dejen la bobería o se quedan fuera del jurado!” Los aludidos comenzaron a hacer cierta una caricatura que se le ocurrió a Many días antes, y todos, con tremenda tranquilidad, “podían ser imparciales”. O sea que se cumplieron nuestras aprensiones.

Por su parte la jueza parece darles una ayudita. Una que tenía tres tíos de la brigada 2506 y “podía ser imparcial” no es considerada excluible por causa. Sólo basta que alguien balbucee que sería justo y la exclusión por causa no tiene lugar.

La sesión termina a las 2:00 p.m. con un sabor bastante amargo, pues en sólo unas horas nos vemos sin apenas retos perentorios con qué contar, contra tanta gente que nunca será justa al juzgarnos. Pero nos retiramos a almorzar con la tranquilidad de siempre, en medio de bromas y con los mismos deseos de seguir luchando con que nos habíamos levantado ese día”.

Gerardo se inspira y nace la siguiente caricatura. Recreación de la que él había creado cuando esta posibilidad era sólo una premonición, a propósito de la insinceridad de algunos de los primeros panelistas:

Algunos panelistas no fueron sinceros. Caricatura: Gerardo Hernández
En la tarde las cosas se arreglan un poco, pasada la resaca del toque a degüello en el Herald. El día termina con un grupo de veinte candidatos aprobados, incluyendo a los que por la mañana habían venido de soga y cuchillo a declararse “imparciales”.

La defensa pide ampliar en tres sus vetos perentorios en razón del aborrecible espectáculo de la mañana. Innecesario decir que la fiscalía se opone. Manteniendo las proporciones que dicta la ley la jueza nos da tres retos perentorios, de antemano quemados, y aumenta los de la fiscalía en dos, que los fiscales nunca necesitarán de todos modos.
Los fiscales introducen entonces un elemento que dará para algún espacio en estas líneas: El racismo.

Hay una negra que ha sido aprobada en el panel, pero ahora la fiscalía aduce que no puede servir de jurado porque ¡Toma pastillas para la migraña dos veces al mes! La Jueza obliga y los fiscales ya comenzarán el proceso de retos perentorios anulando la concesión que nos hiciera la jueza minutos antes. Como si les hiciera falta.

5 de diciembre de 2000.
Comienza la sesión matutina con diez panelistas, de los cuales cinco son aceptados para formar el grupo definitivo del que saldrá el jurado. Ya suman los cuarenta y nueve que se necesitan para que cada parte aplique sus retos perentorios y queden como residuo los doce jurados con los cuatro suplentes.

Pero antes de que vayamos al almuerzo saca otra vez la garra el racismo de la fiscalía: Otra señora negra, Bridgette Hanies, es objeto del encono de los fiscales porque “llegó tarde a la audiencia”. Esta vez la maniobra no prospera y los fiscales tendrán que usar uno de los retos perentorios que de todos modos les sobran para eliminar a la señora Hanies.
La sesión de la tarde se dedicará a la selección definitiva del jurado que nos juzgará. Reproduzco de mi diario:

“Este proceso es interesante y aunque parece que hay varias maneras de hacerlo, sólo conozco la que se aplicó en nuestro caso y que te describo a continuación.

La jueza va leyendo, uno a uno, los nombres de quienes quedan en la lista, y cada parte va diciendo si lo acepta o si lo veta, lo cual en el lenguaje oficial es un “reto perentorio” o una “recusación sin causa”. Las partes tienen la primera palabra alternativamente, de manera que si la defensa tiene la prioridad en cada nombre impar, la fiscalía lo tiene en cada par. Las personas que no son vetadas por alguna de las partes son las que quedan en el jurado y el proceso termina cuando se tienen las doce, repitiéndose entonces con los cuatro suplentes, respecto a los cuales cada parte tiene dos vetos perentorios.

Es un ejercicio de táctica y estrategia que sería divertido si no estuviera en juego el “pescuezo” propio. Porque cada parte prepara su lista de vetos; y también la de quienes le parecen peligrosos, para aplicarles el veto que quede a su disposición, en caso de que la otra parte haya ejercido ese derecho sobre algún nombre que, desde ya, hubiera estado en la lista propia, lo cual significa que la parte opuesta le ahorra un veto.

Se decide que el gobierno ejerza primero con los impares y la defensa con los pares:
El primer candidato, Gil Page, aceptado por ambas partes.
El segundo candidato, David Bucker, aceptado por ambas partes.
El tercer candidato, Steven Gair, vetado por la fiscalía.
El cuarto candidato, María González, vetado por la defensa.
El quinto candidato , Diana Barnes, aceptado por ambas partes.
El sexto candidato, Marco Barahona, eliminado por la fiscalía.
El séptimo candidato, Joseph Paolercio, eliminado por la fiscalía.
El octavo candidato, Laverne Greene, eliminado por la fiscalía.
El noveno candidato, Ileana Briganti, vetado por la defensa.
El décimo candidato, John Gómez, vetado por la defensa.
El onceno candidato, Sonia Portalatín, aceptado por ambas partes.
El duodécimo candidato, Lázaro Barreiro, vetado por la defensa.
El decimotercer candidato, Belkis Briceño, vetado por la defensa.
El decimocuarto candidato, Omaira García, aceptado por ambas partes.
El quinceavo candidato, Michelle Peterson, vetado por la fiscalía.
El decimosexto candidato, Elthea Peeples, aceptado por ambas partes.
El decimoséptimo candidato, Louise Cromartie, vetado por la fiscalía.
Los abogados de la defensa se dan cuenta de que la fiscalía está siguiendo un patrón racial, al tratar de eliminar a la mayor cantidad de negros; y McKenna, hablando en nombre de los cinco abogados, pide un aparte para conferenciar con ellos. Al parecer deciden no objetar por el momento, y esperar a ver si el patrón se mantiene.
El decimoctavo candidato, Wilfred Loperena, aceptado por ambas partes.
El decimonoveno candidato, Kenneth McCollum, vetado por la fiscalía.
…Otro negro más, en este caso un oficial de correcciones, de quien, en todo caso, se podía esperar que fuera preocupación de la defensa. McKenna explica a la jueza que la fiscalía está siguiendo un patrón racial, al haber sacado cuatro de seis negros, y pide que la fiscalía dé una explicación no racial de por qué ha excluido a los dos últimos: una señora mayor de credenciales impecables y un oficial de correcciones, también sin un elemento negativo para la fiscalía.

Los fiscales objetan, pero la jueza decide que se escuche la reclamación de McKenna, dando lugar a un conciliábulo bastante prolongado en la mesa de la fiscalía.
Tras mucho deliberar, explican que la señora Cromartie viajó a Cuba en los años 60, que no está de acuerdo con la política de inmigración de Estados Unidos que favorece a los cubanos por sobre otras etnias y que cuando respondió a los cuestionarios de la jueza se cruzó de brazos y no la miró de frente.

Paul responde diciendo que otros jurados con más fuertes objeciones a la política migratoria, como el señor Paolercio, no habían sido objetados por la fiscalía, pero la jueza encuentra que se han expuesto razones racialmente neutrales y excusa a la fiscalía.
Por su parte, la fiscalía explica el veto al señor McCollum diciendo que como era oficial de prisiones tenía relaciones con presos, por lo que no lo quería en el jurado.

Paul aduce que en los días anteriores, cuando un oficial de prisiones, que incluso había tenido contacto con nosotros, explicó esta relación, la fiscalía se había opuesto fuertemente a que se le excusara, lo cual contradecía lo que ahora estaba planteando contra McCollum. De todos modos, la jueza vuelve a excusar a la fiscalía y acepta su explicación como racialmente neutral.

Y sigue la puesta en escena…
El veintavo candidato, Morton Lucoff, vetado por la fiscalía.
El vigésimo primer candidato, Florentina McKain, vetado por la defensa.
El vigésimo segundo candidato, John McGlamery, vetado por la defensa.
El vigésimo tercer candidato,, Richard Campbell, aceptado.
El vigésimo cuarto candidato, Queen Lawyer, vetado por la fiscalía.
Otra persona negra y McKenna no perdona, se para y pide que la fiscalía dé una explicación racialmente neutral para el veto.
La fiscalía encuentra una razón algo más plausible en este caso: la señora tiene un sobrino que fue convicto, y no cree que fue tratado con justicia por el sistema legal. La jueza acepta la explicación y se prosigue:
El vigésimo quinto candidato, Jesse Lawhorn, vetado por la defensa.
El vigésimo sexto candidato, Bárbara Pereira, vetado por la defensa.
El vigésimo séptimo candidato, Angel de la O, vetado por la defensa.
El vigésimo octavo candidato, Lilliam López, vetado por la defensa.
El vigésimo noveno candidato, Juanito Millado, aceptado.
El trigésimo candidato, Migdalia Cento, aceptado.
El trigésimo primer candidato, Miguel Hernández, vetado por la defensa.
El trigésimo segundo candidato, Hugo Arroyo, vetado por el gobierno.
El trigésimo tercer candidato, Leilani Triana, vetado por la defensa.
El trigésimo cuarto candidato, Sergio Herrán, aceptado.
El trigésimo quinto candidato, Rosa Hernández, vetado por la defensa.
El trigésimo sexto candidato -una señora negra- es aceptado por la defensa; los fiscales piden un momento para deliberar, pero se dan cuenta de que se han quedado sin retos perentorios que ejercer: “Aceptamos a Ms. Vernon”. Y la señora Debra Vernon se convierte en el duodécimo miembro del jurado que nos juzgará, el cual es ratificado por las partes y la jueza. Ahora comienza la selección de los cuatro alternos:
El trigésimo séptimo candidato, Haydée Duarte, vetado por la defensa (ésta es la que tenía tres tíos que fueron a Playa Girón, pero aún así se declaraba imparcial).
El trigésimo octavo candidato, Wanda Thomas, vetado por la fiscalía.
McKenna al ataque. Otra persona negra ha sido vetada por la fiscalía y Paul pide que se explique la razón. La fiscalía dice que la señora tenía los brazos cruzados durante el cuestionario y contestaba con monosílabos a las preguntas de la jueza; añade que nació en Panamá y que el acusado Antonio Guerrero tiene un hijo de mujer panameña. La jueza acepta la explicación de la fiscalía y Wanda Thomas es excluida del jurado por falta de locuacidad y por panameñismo.

Este es un fenómeno curioso y demuestra cómo subyace el racismo en esta sociedad. Todos saben en la sala que las motivaciones de la fiscalía son racistas, pero la jueza tiene que mantener un equilibrio y está en una situación comprometida. No es fácil exponer el juicio a tintes raciales, y aceptar lo que se esconde detrás de los vetos de la fiscalía; por otro lado, privar a cada una de las partes de un derecho como lo es el reto perentorio, llevaría al caos. Aunque sus decisiones en este caso pudieran ser en detrimento nuestro, me parece reconocer que tienen el salomónico motivo de evitar males mayores.

Seguimos eligiendo a los jurados alternos:
El trigésimo noveno candidato, Eugene Yagle, aceptado.
El cuadragésimo candidato, Luis Fernández, vetado por la defensa.
Ahora la fiscalía a la riposta; todos los jurados de origen cubano han sido vetados por la defensa y la fiscalía quiere una explicación sobre la razón del veto a este joven, que apenas ha expresado tener opiniones sobre algo.
Blumenfield devuelve la jugada a la fiscalía y refiere que el muchacho expresó dudas sobre si creería a un testigo que fuera oficial del gobierno cubano o miembro del Partido Comunista. Y añadiendo ironía a la jugada, dice que el joven estaba usando una gorra de pelotero y se sentó jorobado, lo cual indicaba poca atención al caso.
McKenna agrega a su vez que ve un problema de credibilidad, pues, siendo de origen cubano, dice no tener ninguna opinión sobre Cuba, y eso le parece extraño.
La jueza termina aceptando las razones de la defensa.
Todos en la sala saben que, en efecto, los jurados de origen cubano han sido excluidos, porque han expresado abrumadoramente prejuicios en contra nuestra, y porque, además, la nacionalidad cubana desempeña realmente un rol específico en este caso, a diferencia de la raza. La jueza continúa:
El cuadragésimo primer candidato, Odornia Homuska, vetado por la fiscalía.
Otra mujer negra y McKenna en pie una vez más. La fiscalía aduce razones de lenguaje y, de nuevo, que la señora es monosilábica. A decir verdad, creo que las razones de lenguaje son válidas. La jueza acepta y la señora Odornia se libra de servir en el jurado.
Después de haber agotado cada parte sus vetos perentorios en el jurado alterno, los tres candidatos siguientes pasan al panel final. Son Miguel Torroba, Marjorie Hahn y Beverly Holland, quienes se convierten en alternos dos, tres y cuatro respectivamente.
Es la 1:30 de la tarde cuando ya tenemos un jurado de verdad, como en las películas. La jueza da las gracias a todo el mundo por el esfuerzo realizado en los últimos largos días; menciona a los letrados de ambas partes, al personal de la sala, al taquígrafo y a las traductoras; en fin, a todo el mundo menos a los que más madrugamos, es decir los alguaciles federales y los defendidos, quienes nos marchamos de la sala compartiendo en fraternidad la desgracia común del olvido de la jueza. Aunque estamos exhaustos, se nos informa que tenemos que esperar en las celdas-perreras hasta que venga la orden de la Corte. Nos dicen que mientras no localicen a las dieciséis personas del jurado no podemos irnos”.

De regreso a la corte nos enteramos de que hay problemas personales en dos de los jurados y se impone un ajuste. La jueza propone vaciar los dos espacios y dar un reto perentorio a cada parte, cosa que la defensa acepta. El problema es que la fiscalía tiene otro negro que linch…perdón, eliminar. Un señor de aspecto realmente respetable nombrado Louis Harrel. Como no hay acuerdo la jueza decide que se entrevistará con los jurados que tienen problemas antes de que comiencen los argumentos iniciales, y luego tomará una decisión.

Crónica de una parodia anunciada (4):
6 de diciembre de 2000. (Pagina 104).
Cumple de Elián. 27 de noviembre.
(Tomado del blog Soy un espía, dicen)

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