Como un amigo esperado por años llegó Gerardo a la redacción de Juventud
Rebelde. Durante más de tres horas volvió a recordarnos por qué es un héroe
Susana Gómes Bugallo
juventudrebelde.cu
24 de Marzo del 2015
Fueron más de tres horas conversando. Luego los regalos telefónicos, los
de aquellos que iban a su encuentro para que saludara a su abuelita o su
mamá, los de quienes conservaban un libro y querían obsequiárselo, los
de quienes estaban ansiosos por contarle esa vivencia pequeña que nunca
se atreve a salir en público. Para todo tuvieron tiempo Gerardo y Adriana.
Porque este lunes Juventud Rebelde vio entrar por la puerta a uno de los
invitados que más añoró recibir por años. Con la sonrisa de siempre, con
los chistes bajo el brazo, con los sentimientos vibrando y los
razonamientos atinados que lo caracterizan, Gerardo Hernández Nordelo,
uno de nuestros Cinco Héroes, cumplió con la palabra que empeñó con el
colectivo del dedeté, de llegarse hasta la redacción del diario. El Gera
nuestro nos inundó la redacción, preguntó por casi todo, conversó con
casi todos, y nos hizo reír con buena parte de sus ocurrencias.
Ante la cercanía física y espiritual que se dio, hasta los más tímidos
soltaron sus preguntas. Que si dejó amigos en la cárcel, que si sospechó
que iba a ser puesto en libertad unos días antes, que cómo le va con
Gema, que cuáles son los planes para estos nuevos tiempos, que si se
alteró con la derrota de Industriales, que cómo encontró a Cuba, que
cómo fue la noche antes de la libertad… De todo hubo cuando Gerardo fue
nuestro.
Casi al marcharse, volvió a revelar su esencia. Y lo vimos deleitarse
con esas pastillitas saborizadas que los niños tanto persiguen. Y hasta
guardarse en el bolsillo unas cuantas como chiquillo goloso. Porque los
héroes también comen caramelos.
Si Gerardo nos hubiera dicho en lo que estaba…
Solo por un motivo protestaba Gerardo cuando se le atrasaba el correo:
si se ponía pequeño el bulto de ejemplares de la prensa cubana, entre
esta Juventud Rebelde. Pero esos detalles no los sabíamos cuando
comenzamos a contarle sobre el diario de la juventud cubana.
De nuestros planes para hacer un periódico mejor, de cómo se combinan
varias generaciones de periodistas en la redacción de JR… de todas esas
historias lo llenamos. Como siempre, nos sorprendió al final. Me sé
hasta los chismes, confesó. Y comenzó a contar vivencias que solo
recordaría un adicto a las páginas de opinión de nuestro diario.
Porque Gerardo también quiso ser colaborador del dedeté. Aunque nunca le
hicieron caso, según suele bromear. «Es que nunca nos habló claro, no
nos dijo en lo que estaba, si no, le hubiéramos publicado», dijo el
caricaturista matancero Manuel Hernández, al frente de la publicación
humorística en ese entonces. Todos esos detalles de su ausencia fueron
contados al héroe para hacerlo sonreír como se merece.
Una caricatura llevaba el tiempo en el que Gerardo contestaba al menos
diez cartas, compartió. Por esa razón, y por la escasez de los
materiales, trataba de dedicarse con mayor fidelidad a responder las
letras del mundo que le llegaban, siempre en el orden de prioridad que
le dictaba su sensibilidad, rendida a las historias de los solidarios.
Había ocasiones, reconoce, en las que no podía aguantar y se sentaba a
crear con sus trazos e ingenio. «Si quieres, podemos ponernos de
acuerdo», bromeó Adán, jefe del equipo del dedeté con la secreta
esperanza de que el Gera dedique algunas ideas al diario. Y esta
cuestión quedó sin concretar, pero el compromiso de crear un logo para
el 50 aniversario del periódico ya es un hecho. Claro que será para
cuando Gema dé un respiro. Porque por ahora, Gerardo se reconoce de
nuevo «preso», esta vez de la belleza de su hija.
Recuerdos de la Prisión
Como buen cubano, y al igual que el resto de sus compañeros, el héroe
dejó buenas relaciones en las prisiones en las que estuvo. Hasta él
llegaban para avisarle sobre cualquier situación compleja, o simplemente
para contarle que conocían a alguno de los Cinco, porque habían
compartido en la misma instalación. El solo hecho de haber ido a juicio
y de defender en este nuestra dignidad ya era un motivo para que el
resto de los encarcelados tuvieran un sentimiento especial hacia
nosotros, afirmó Gerardo. Aunque el ambiente alrededor seguía siendo
tenso, sin que él pudiese compartir con Adriana ni un detalle que la
angustiara. Así sobrevivieron todos estos años de amor en la distancia.
Y así dice Gerardo que ahora está de vuelta para «darle mantenimiento» a
ese edificio de bases sólidas que es su matrimonio.
Como era de esperarse, también escuchamos sobre el encuentro de los
Cinco con Fidel, sobre sus nerviosismos iniciales ante la emoción única
de conocer al líder histórico de la Revolución, el modo especial de
lograr la química, la oportunidad de contarse algunas anécdotas que se
debían, y la sensación de verlo en su rol de abuelo. Toda la magia de
unas horas concentrada en unos minutos para poder compartirla con
nosotros. Eso logró Gerardo con la mayor naturalidad y confianza, cual
si fuéramos vecinos de confidencias.
¿Cómo ven a Cuba los Cinco? Es la pregunta que solemos hacernos
constantemente con la ansiedad de conocer su visión de héroes. Gerardo
la respondió para nosotros, aclarando que fuera de Cuba, ellos no
estaban en una urna de cristal, pues se mantenían al tanto de la
realidad por su lectura de la prensa y las conversaciones con amistades.
Sin embargo, reconoció que no ha sido lo mismo poder ver de cerca el
cambio en los colores y situaciones constructivas de algunas viviendas y
el surgimiento de las nuevas formas de gestión.
Se refirió asimismo a estructuras que aún no funcionan como debían
hacerlo y al espíritu de egoísmo que se puede apreciar en algunos. Pero
estas realidades no deben preocuparnos, solo nos dan la certeza de lo
mucho que tenemos por hacer, dijo.
Ni siquiera Pánfilo se salvó del diálogo. Porque hasta del humor actual
se conversó y de esa tendencia de obtener ganancias al costo de
ridiculizar a las personas o no actuar con el debido respeto y talento.
Él, como humorista natural que no paró de hacernos reír, también emitió
sus criterios sobre el modo de hacer humor en Cuba.
¿Se siente joven Gerardo todavía? Excepto por el hecho de haber perdido
el pelo, bromeó, y de que le toque ser inmaduro por el humorismo que lo
caracteriza, bromeó otra vez, el héroe ve las situaciones desde otra
perspectiva, pero se siente como cuando venía al Poligráfico a traer sus
caricaturas, y sigue disfrutando sentarse en short en un contén a
conversar con los muchachos del barrio, con las mismas energías y
espíritu de antes, cual si hubiese estado en hibernación, ilustró,
«aunque ya los 50 están ahí».
Comentó que conoce los esfuerzos que se hacen para que cada vez exista
mayor participación del pueblo en la toma de decisiones.
Existe la necesidad de que nuestra prensa llegue cada vez más al pueblo.
Cuando se trata de empoderar, ustedes tienen un papel fundamental como
creadores de opinión y canalizadores de soluciones, añadió.
Queda un largo camino por recorrer, pero cualquier opinión que dé no va
a ser pesimista, a pesar de los grandes retos que se nos avecinan y de
los que creen que no estamos preparados para eso. Pienso que vamos a ser
capaces de demostrar que tenemos las condiciones, los instrumentos y la
preparación para hacer frente a los tiempos que vienen, dijo. A medida
que seamos capaces de empoderar más a la población, nosotros mismos
podremos evitar el efecto que otros están planeando conseguir, avizoró,
y agregó que aunque a algunos a veces les parezca que no se va a la
velocidad que los problemas requieren, satisface saber que se va en la
dirección correcta.
Nadie me pregunta por las vacaciones
Cuidando a Gema, fue la respuesta de Adriana cuando le preguntamos a
Gerardo sobre sus futuras labores. Nadie me pregunta por las vacaciones,
dijo jocosamente ante la pregunta tantas veces repetida.
Sin que sonara a frase gastada o consigna, Gerardo volvió a repetir que
hará lo que el país necesite (aunque se «protegió» jocosamente de
Adriana por reafirmar esa disposición que lo hizo separarse de su hogar
por tantos años). Pero la realidad que nos describió es la de su
convicción de soldado que espera por la próxima orden, con la única
preferencia de servir al país.
Mientras, sigue haciendo de las suyas. Dando su amor y su humor a cada
quien que llega a su encuentro y le agradece. A ese trabajador de un
restaurante que dice que solo le cobraría la comida si inventaran una
nueva moneda, o a la muchacha de Secundaria Básica que le pide que le
firme en la camisa del uniforme, o al señor que lo sobrepasa en varios
centímetros y le pregunta en la calle si puede abrazarlo. Y Gerardo dice
que sí. Y el cubano, con el corazón lleno de felicidad, llora en nombre
de los otros 11 millones que sienten igual.